Santiago Aizpurúa fue compañero de promoción del Rey D. Juan Carlos en la academia General del Aire; y ciertamente, por casualidad.

Santiago tenía un hermano gemelo, José Luis, con la misma vocación por la aviación, realizaría el examen de ingreso aprobando en el segundo intento. En la academia protagonizó todo tipo de situaciones de doble identidad y de suplantación: guardias, exámenes, citas, gastaba novatadas a sus compañeros de promoción poniéndose la gorra de su hermano, etc. Lamentablemente, José Luis fallecería en accidente de motocicleta poco después de su graduación.

Santiago comenzó su carrera de aviador con los Texan T-6 de Matacán para incorporarse enseguida a la 99 Escuadrilla de Enlace del Ejército en Alcalá de Henares, donde volaba tanto aviones como helicópteros.

Fotografía de un Texan T-6. Esta foto ha sido cedida por su autor Raúl Moga para su publicación en este artículo.

A comienzos de los 60 ejerció como instructor de vuelo en la Escuela de Helicópteros del Ejército del Aire en Cuatro Vientos. En los años venideros ejercería de profesor en Milicias Universitarias, voló en la 99 Escuadrilla con destacamentos en el Sidi Ifni y fue piloto del SAR (con los helicópteros Bell UH-1H) en Canarias, Madrid y Santander.

Tras unos años de altas y bajas, donde varios pilotos ostentaron el cargo accidentalmente sin llegar a ser nombrados oficialmente, fue finalmente Aizpurúa el designado como Jefe del Servicio de Helicópteros de Tráfico por ser un destino conocido como de «interés militar».

Aizpurúa gozaba de cada minuto en un helicóptero, siempre con intrepidez y osadía, en ciertos momentos llegaba a rozar la temeridad, pero con un absoluto conocimiento del medio en el que se movía. Las dificultades técnicas o climáticas no eran sino retos a su acervo de pilotaje.

Con ocasión de un viaje a Granada con el Jefe de Área de Vigilancia a la entrega de despachos a los primeros pilotos de Tráfico que salían de la escuela del Ejército del Aire en Armilla, los que le acompañaban cataron la materia de la que estaba forjado. Todo el viaje se desarrolló entre nubes. Una vez sobre el VOR de Granada «pincha nubes» y desciende a 200 pies del suelo (Aizpurúa confiaba ciegamente en el radioaltímetro, en el horizonte artificial y en su sexto sentido). A pesar de las indicaciones de los controladores que le reclamaban algo de paciencia desde la torre granadina GRX, desciende cargando hielo en las palas, a ciegas, entre un vuelo regular de Iberia y otro militar.

Las misiones encomendadas a mediados de los 80 presentaron ciertas peculiaridades respecto a lo realizado hasta el momento. Por ejemplo, se comenzó a colaborar con los Ayuntamientos para la instalación y sobre todo el análisis de eficacia de los semáforos automáticos activados en caso de alta velocidad de los vehículos. El plan de la DGT consistía en dotar en principio a los pueblos con travesías en carreteras nacionales de este sistema, con lo que se pretendía disminuir la velocidad de tránsito y reducir los accidentes urbanos en los que se veían afectados principalmente los peatones. El alcance de este Plan cubría todo el territorio español por lo que se desplazó un Alouette III a las Islas Canarias. El helicóptero, embarcado junto con los enseres y animales del Circo Ángel Cristo, realizó vuelos en Las Palmas de Gran Canaria y Tenerife; junto a Aizpurúa y Tur, se desplazó el Director General José L. Martín Palacín.

 

Una de las últimas fotografías de Santiago Aizpurúa.

 

Hasta 1985, los pilotos de la Unidad de Helicópteros de Tráfico provenían de los tres ejércitos, excepto Márquez y Moratilla, que por diversas razones consiguieron el título de Piloto Comercial; Márquez era el piloto civil a las órdenes del Gobernador de Guinea, cuando ésta era colonia española.

Manuel Moratilla empezó en el Servicio como fotógrafo. Sin embargo las innumerables horas de vuelo junto a pilotos avezados y su tesón e interés en desempeñar la función de piloto de helicópteros, que siempre había deseado, le permitieron adquirir los conocimientos suficientes para presentarse al correspondiente examen de la Dirección General de Aviación Civil y obtener su título de piloto con brillantez.

Moratilla era un gran luchador; los innegables méritos acumulados a lo largo de su vida profesional le permitieron ganar, con facilidad, una plaza como piloto del Servicio, progresando rápidamente y llegando a ser el Jefe de Operaciones. Sus enormes esfuerzos para, como piloto e instructor, conseguir que el Servicio de Helicópteros remontara el vuelo después de una época realmente delicada, tuvieron un pago muy injusto.

El dúo Aizpurúa-Moratilla, junto a otros pocos, vivieron una etapa en la que tuvieron que poner mucho más que las ocho horas de trabajo diarias. La creación de la Escuela de Helicópteros de la Dirección General de Tráfico fue el primer paso para lograr el gran impulso que el Servicio necesitaba. Sabían que eso les obligaba a dedicar gran parte de su tiempo a los alumnos y por supuesto no descuidar la realización de los servicios que demandaba la propia Dirección General, consistentes sobre todo en el traslado de personalidades.

 

El Director General de Tráfico, Miguel María Muñóz Medina, hace entrega del certificado de vuelo en condiciones IFR a Manuel Moratilla.

 

De la época de instructor de vuelo, Aizpurúa conservaba un grato recuerdo y, sobre todo había acumulado la experiencia docente necesaria para impulsar un proyecto semejante. En 1985, plantea la cuestión a la Dirección y consigue una decisión que se convertiría en el primer paso hacia la escuela de pilotos propia: formar pilotos que fueran funcionarios de Tráfico. Tras un proceso de selección previo son elegidos José Luis Santano, Gonzaga Olmedo, Luis Bermúdez y Ángel Bergua. Forman parte del 75º curso básico que impartió el Ala 78 del Ejército del Aire, y a partir de 1986 se encontraban volando los helicópteros de Tráfico.

Fue la primera promoción de pilotos que acudía a las instalaciones de Armilla desde que, en 1980, la Escuela de Helicópteros convertida ya en Ala 78, se trasladara desde Cuatro Vientos a la localidad granadina. En este año 1986, Aizpurúa vió cumplido finalmente su sueño de activar, con el beneplácito de la Dirección General de Aviación Civil, la primera escuela de pilotos para aeronaves del Estado dirigida por un servicio público. La escuela fue posible gracias a los medios técnicos que el Servicio de Helicópteros había atesorado en los últimos dos años: un helicóptero idóneo para el tipo de entrenador (los seis Bell 47).

Y los medios humanos: el propio Aizpurúa podía impartir clases de utilización de instrumentos de vuelo y navegación; Moratilla se había convertido en instructor de vuelo y se había incorporado a la plantilla José Ángel Tamariz quien, en calidad de ingeniero aeronáutico, impartía clases sobre motores y sistemas del helicóptero. De esta primera hornada salieron como pilotos Paco Grande y Jesús Montesdeoca.

Se puede afirmar que la extraordinaria dedicación de Santiago Aizpurúa y su equipo hicieron que el Director General de Tráfico a mediados de los ochenta, José L. Martín Palacín, diera impulso notable al Servicio. Incluso se dotó de un helipuerto a la sede de la Dirección para facilitar el traslado de funcionarios o miembros de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil.

Santiago Aizpurúa, Manuel Moratilla, Rosa de Lima (Directora de la DGT), Alberto Acítores (diputado del PSOE) y Santiago Amón (crítico de arte) fallecían en un terrible accidente en la «abeja» en un trágico 30 de junio de 1988. Hablaremos de ello en el siguiente artículo.

 

Componentes de la primera promoción de pilotos de Tráfico. Luis Bermúdez, Gonzaga Olmedo, Ángel Bergua y José Luis Santano.


Una anécdota de Aizpurúa.

Durante el primer vuelo en el que se practicaba la navegación a larga distancia, se decidió ir a Valencia desde Madrid. Pasadas algunas millas Aizpurúa preguntaba a los alumnos pilotos que estaban a los mandos: «Supongo que sabéis qué pueblo es ese, ¿no es cierto?» Durante todo el trayecto los alumnos un poco acongojados iban respondiendo y tímidamente asintiendo con la cabeza pero sin soltar la mayor respuesta afirmativa (debido obviamente a su desconocimiento absoluto de la zona). Sin embargo, parecían coincidir con la cartografía de a bordo. Finalmente, llegaron a Castellón de la Plana; y Aizpurúa confesó que preguntaba porque no tenía ni idea de dónde estaba y por lo tanto no era un ejercicio de navegación que les hiciera.

 

Parte de la flota de Bell 47 utilizados en la formación de nuevos pilotos funcionarios de la DGT.

Al fondo se distingue un Alouette II utilizado para la habilitación de turbina.


Autorrotaciones.

En otra ocasión, Moratilla, impartiendo sus enseñanzas sobre emergencias a Paco Grande, decidió volar hacia una zona despejada entre las localidades de Villaviciosa de Odón y la Venta de la Rubia para practicar la autorotación recuperada a bordo de un Bell 47. La simulación se convirtió en un auténtico ejercicio práctico cuando el motor, en posición de ralentí se negó a recuperar vueltas, parándose completamente. La caída controlada, eso sí, fue demasiado rápida para intentar arrancar el motor nuevamente en vuelo. A la fuerza ahorcan, y Paco Grande aprendió a realizar la autorrotación completa como si le fuera la vida en ello (y era verdad).

Helipuerto de la DGT en Madrid.


 

Fuente: Manuel Guillén (Jefe Área de la D.G.T.) y José Mª Rubio (Ingeniero aeronáutico y Director de Relaciones Institucionales de Eurocopter España).

En esta ocasión debo agradecer a Raúl Moga por su colaboración en este artículo cediéndome el permiso de publicación de una de sus fotografías aeronáuticas: Texan T-6. Muchas Gracias Raúl!!

y también la colaboración de José Luis Maquieira por ayudarme en la gestión con Raúl Moga.

2 respuestas a “16 – Aizpurúa y Moratilla”

  1. Avatar de Gabriel A
    Gabriel A

    Hermosa historia. Muchísimas gracias por recopilar toda la información y compartirla con todos nosotros.

  2. Avatar de Santos
    Santos

    Conoci a Santiago Aizpurua en Cuatro Vientos cuando me estaba formando para ser piloto en Helicsa.
    Cuando se entero cuando nos presentaron que yo era de Guipuzcoa me ofrecio el poder volar con los helicopteros de la DGT cuando mis horas libres me lo permitirian.
    Al estar en Madrid viviendo solo y con la pasion que tenia acepte de inmediato y recuerdo con agrado haber volado en varias ocasiones con el al mando en la recuperacion y traslado a los hospitales de heridos producidos en la carretera.
    Buen tipo y muy competente en todo lo que fuera el mundo de la aviacion.
    Para mi fue una gran perdida ya que tambien conoci a Manuel Moratilla.

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